El uso terapéutico del cannabis en Uruguay se ha extendido por fuera de las disposiciones legales, ganando adhesión a nivel de la opinión pública con un 90% de aprobación[1]. Nadie quiere ver sufrir a un ser querido. Las personas buscan alternativas a los tratamientos convencionales y se empoderan del devenir de su salud. La llegada del cannabis medicinal al Uruguay se ha dado de forma silenciosa, transformando a la planta en alivio y esperanza de miles de personas. Además, representa una nueva forma en que los pacientes atienden su salud, , por la forma en que se ha dado el proceso, prescindiendo en general de la consulta médica.
A fines de 2017, un 24% de la población uruguaya entre 15 y 65 años declaraba que usaba o estaba interesada en usar cannabis medicinal. Para poner en perspectiva este dato, tengamos en cuenta que 402.752 personas declararon en 2014 haber probado marihuana alguna vez en su vida (en cualquiera de sus usos, medicinal o adulto), lo que equivale a un 23,3% de la población (VI Encuesta de Drogas del Observatorio Uruguayo de Drogas).
Si consideramos a quienes lo usarían debido a alguna enfermedad o síntoma propio, las razones para utilizar cannabis que se destacan son la falta de respuesta positiva de los tratamientos tradicionales y la intención de reducir la cantidad de medicamentos consumidos.
Las personas parecen tener una percepción positiva de los beneficios del cannabis para tratar enfermedades o síntomas, ya sea por experiencia personal o por la recomendación de personas cercanas. La opción del cannabis ha llegado por fuera de los consultorios médicos, de la mano de los propios usuarios, su familia o amigos.
Solamente un 10% de las personas interesadas en usar cannabis medicinal por una enfermedad o síntomas propios ya estaba utilizando estos productos. Para saber si la población encuentra dificultades para acceder a los productos de cannabis medicinal e implementar los tratamientos, se consultó sobre la forma de acceso a los productos: algo más de un tercio de quienes usan cannabis con fines medicinales acceden por vías irregulares, y otro tercrio a través del autocultivo.
Del total de personas que declara estar en tratamiento con productos de cannabis medicinal, casi un 23% los adquiere en el exterior. Quienes acceden mediante productos elaborados en el país, la mitad lo hace a través de autocultivo (con y sin registro en el IRCCA) y la otra mitad lo hace a través del suministro por otras personas (cultivadores, productores de extractos, etc.). Esto confirma una vez más la existencia de un mercado clandestino de productos y que un alto porcentaje de personas recurre al autocultivo para hacer uso del cannabis con fines medicinales. En ambos casos, los productos difícilmente cumplen estándares de calidad.
La ley 19.172, que regula de forma integral todos los usos del cannabis, es un importante instrumento para separar el mercado medicinal del recreativo. Esto se justifica por el perfil de usuarios que cada mercado posee: la mayoría de los usuarios de cannabis medicinal no han probado marihuana con fines recreativos, tal como lo demuestra el Gráfico 4. Es por ello que es necesario avanzar en la implementación de este componente de la regulación de una manera adecuada, en particular respecto a la disponibilidad de productos.
Dadas las dificultades para el acceso y la producción regulada a nivel nacional, a fines de 2017 un sector importante de la demanda actual se encontraba casi sin opciones de productos legales y controlados en el mercado nacional.
Actualmente la dificultad persiste, pues sólo es posible comprar en farmacias dos productos a base de cannabis conteniendo exclusivamente cannabidiol, uno en concentración de 2% y el otro de 5%, pero a un costo de tratamiento elevado. De este modo, asistimos a la paradoja de que habiendo regulado para separar los mercados de cannabis medicinal y recreativo y evitar lo que pasó en Estados Unidos (superposición de mercados u overlapping), la falta de implementación adecuada en tiempo y forma ha tenido un efecto negativo: la demanda insatisfecha de productos ha impulsado un mercado ilegal de cannabis medicinal, con los usuarios y los cultivadores como eslabones débiles.
Frente a la ausencia masiva de los médicos en el proceso y la no inclusión de estos productos en su práctica clínica, salvo algunas excepciones, la opción del uso de cannabis medicinal ha promovido la autonomía de las personas, que movilizan recursos propios de información o de vínculos para mejorar su salud y bienestar. Por fuera de las instituciones reguladoras y sanitarias, las personas se han asesorado y buscado alternativas que han ido encontrando en Internet, en los medios de comunicación o sus redes más cercanas.
La contracara de la inadecuada implementación del cannabis medicinal en Uruguay son las acciones de algunos profesionales de la salud y cultivadores, que han buscado dar respuestas a los pacientes en la medida de sus posibilidades. Obviamente, estos esfuerzos siempre resultan insuficientes frente lo que podría ofrecer una buena implementación.